Leila Lázaro Menéndez

Desde pequeñita he tenido una actitud muy curiosa y observadora de la gente alrededor y me he preguntado qué es lo que nos hace comportarnos de una u otra forma. También, me encantaba leer acerca de mitología y me hacía preguntas sobre cómo las diferentes culturas explicaban la vida y las relaciones de formas tan creativas. Más tarde, en mi adolescencia, descubrí lo que pensé que era mi vocación: la filosofía, una puerta a las preguntas y respuestas más importantes que los humanos se han hecho a través de los siglos.

Sin embargo, no me precipité a escoger carrera y, a los 18, me tomé un año para viajar, crecer e investigar modos de vida y así me topé con la psicología. En ese momento todo cobró sentido y lo vi muy claro, había encontrado el ámbito del saber que, no solo contaba con bases filosófica y científicas para comprender a las personas, sino que ofrecía la opción de hacerlo en contacto directo con ellas, en procesos dinámicos y de cambio constante. Así, podría integrar mis inquietudes intelectuales con mi necesidad de acompañar a otras personas a lidiar con sus dificultades individuales.

Desde entonces, mi interés y dedicación por la psicología no ha hecho más que crecer, bien de manera autodidacta o bien con formaciones regladas, y cada día me apasiona más todo lo que tiene que ver con entender y acompañar a las personas en todas sus dimensiones.

Mi visión es que, más allá de la teoría, hay que aproximarse a cada persona con una actitud de respeto y curiosidad que permita hacer las preguntas oportunas, las que nos movilizan y nos hacen caminar en la dirección que tenga sentido para cada uno de nosotros.